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MARCHA POR TLAXCALA


Por Edgardo Cabrera

La “Marcha Por Tlaxcala” superó las expectativas de los convocantes. Al interior del C5i, donde se atrincheró la mandamás para “monitorear” y “fichar” a quienes tachó de “agitadores sociales”, la cuenta extraoficial fue de 10 mil asistentes, los organizadores dicen que llegaron 20 mil.

Es la guerra de las cifras, y aún faltan los tristes datos oficialistas que darán (al estilo Batres en la Ciudad de México cuando la marcha a favor del INE), ellos dirán que apenas fueron 500 o cerca de mil, basta ver a sus panfleteros favoritos y su esfuerzo desesperado por demeritar la movilización, con tal de mantener sus embutes.

Lo cierto es que lo que se vivió este miércoles fue un hecho histórico contra un gobernante en funciones en Tlaxcala, no solo es el número de inconformes, sino la diversidad de causas y razones que evidencian la incapacidad de dialogar, resolver y atender las demandas sociales, ya pasó, y muy rápido, la luna de miel por la campaña, ni dos años le duró el idilio con el pueblo.

Los más veteranos en el periodismo recuerdan las protestas del Movimiento de Bases Magisteriales entre los años de 1993-1994 en reclamo de reivindicaciones salariales y también contra el sindicato institucional de la sección 31 y 55 del SNTE, pero esa fue una sola razón, lo de hoy con la Nueva Historia son decenas de inconformidades.

La gota que derramó el vaso fue la privatización de los servicios médicos para los trabajadores al servicio del estado, el pacto soterrado con una empresa para entregarle una bolsa de más de 20 mil empleados con un contrato por más de 100 millones de pesos, extinguiendo prácticamente Pensiones Civiles de Tlaxcala, pero también, desconociendo las obligaciones del estado establecidas en el contrato colectivo.

La cerrazón, traducido en la negativa a establecer una mesa de dialogo, revisar ese contrato y conciliar las diferencias, incluso explicarles los pros y contras del nuevo sistema, pero, sobre todo, garantizar la continuidad de lo que llaman “las conquistas sindicales ganadas”, fue el cerillo que incendió la pólvora de la inconformidad social.

La Marcha Por Tlaxcala no reportó violencia, lo que sí, cientos de pancartas contra Lorena Cuéllar, así como el grito de “fuera”, ese comportamiento de la sociedad civil y trabajadores tiró por borda la campaña de terror que montó la mandamás donde se aventaron a decir que la manifestación “sería muy violenta”.

Peor aún, fue el desplegado que firmaron de forma obligada los alcaldes en apoyo a la gobernadora que, además de vergonzoso en cuanto a su redacción, solamente cinco líneas de respaldo les ocupó, entre los firmantes hay personajes impresentables como el de Tzompantepec, apenas evidenciado el fin de semana por pandillero al apedrear el autobús de un grupo musical; el de Tlaltelulco, quien solapó a mandos policíacos evidenciados por causar desmanes y violar a una compañera; o el de Xicohtzinco, la peor muestra de la ingobernabilidad que se vive en los municipios, el suyo acumula más de dos años enfrascado en un conflicto; no solo eso, la mayoría trae graves problemas con sus cuentas públicas por el pésimo manejo financiero, nepotismo, negocios turbios, aun así, hablan de “no más corrupción, privilegios y abusos”.

La Marcha Por Tlaxcala con más de tres horas en la calle y miles de voces repudiándola, es un duro golpe de realidad para la mandamás y su triste historia porque la movilización social no acaba ahí. Ahora vendrá la respuesta del oficialismo con su desfile de “apoyo” con trabajadores de confianza y beneficiarios de programas sociales obligados a acudir, con pase de lista y acarreados.

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