Una noche lluviosa, como tantas en el verano tlaxcalteca, en la sala de su casa, la maestra Marianela tallaba un trozo de madera con perforaciones donde colocaba pequeños clavos que formaban letras para facilitar el abecedario, herramienta similar al tablero Braille.
Mientras con esfuerzo e ingenio completaba los agujeros sobre la madera, pensaba en si de verdad le serviría a José Luis, el pequeño invidente de seis años de edad que al otro día ingresaría a su grupo de primer año de primaria en la escuela “Francisco I. Madero”, de San Pablo del Monte.